Aquellos maravillosos años
En la España rural de los 60 los cortijos andaluces eran un hervidero de actividad donde las familias residían de forma temporal acudiendo a ellos para realizar las labores del campo. Miles de pueblos reducían su población drásticamente al llegar la temporada. Cuando estos cortijos demandaban la mano de obra, familias enteras se desplazaban incluyendo hasta los hijos más pequeños siendo una gran alegría para estos el no tener que acudir a la escuela durante el tiempo que duraba la "varada". En vez de eso les esperaban unas largas vacaciones a sus anchas donde el tiempo de recreo y juegos no acababa mas que a la hora en que tu madre te llamaba para la comida. Era una ocasión para hacer nuevos amigos que después de unos meses corriendo por el campo y la orilla del río cogiendo nidos de pájaros quizá nunca volvías a ver en tu vida. Pero este privilegio era solo para los pequeños de verdad, aquellos que aun no se habían destetado, pues a menos que ya podías agarrar el biberón con tus propias manos, quería decir que ya podías coger también una azada para ganarte el sustento por ti mismo. Y aun había que dar gracias por pertenecer a una familia en la que cada día tenias la dicha de poder comer bien y hasta beber leche con ColaCao. Era algo que siempre nos recordaban nuestras madres y el maestro en la escuela, que en África había negritos que se apañarían con las sobras que nosotros tirábamos.
Los santos inocentes
El cortijo era en aquel entonces un gran caserío relativamente aislado de los pueblos, en plena campiña donde el acceso era por un camino en mal estado donde no pasaba mas que el panadero y los tenderos ambulantes que suministraban los víveres. Al pueblo se volvía raramente antes de acabar la temporada ya que nadie de los que allí vivían era poseedor de uno de lo pocos coches que circulaban por aquellas carreteras llenas de curvas y baches. El 600 o el 850 era un articulo de lujo solo permisible para las familias adineradas y el 1500 era para el taxista que se ganaba la vida con él En el cortijo mandaba el "encargado", un señor al que se le debía respeto, que se había ganado el puesto haciendo la pelota mejor que nadie al "amo". Jerárquicamente, después de este venia el "manigero" (jefe de la cuadrilla), también muy respetado y al que siempre todos invitaban amablemente en la cantina para ser tenido en cuenta de los primeros la próxima temporada. El manigero casi siempre estaba en el punto de mira del encargado, había que vigilarlo estrechamente sobre todo cuando llegaba "el señorito", no sea que se fuera demasiado de la lengua y le hiciera la jugada, tal como el había hecho con el encargado que le precedió y al cual sustituyó cuando aun era solo manigero.
Los domingos eran un día especial, las mocitas esperaban impacientes al novio por la tarde que venia desde el pueblo en un Mobilette o incluso en bicicleta, los que no tenían ni una cosa ni la otra hacían el esfuerzo de pagar un taxi entre cuatro... y hasta un quinto que se apuntaba a última hora para malestar del taxista que no podía negarse a meter un extra en su flamante Dodge. Luego venia el paseo en grupos que al final terminaban dispersos entre los maizales. Las que no lo tenían se divertían cuando al cortijo llegaba "el hijo del administrador", un niñato camorrista y malcriado al que su padre había comprado un Citroen 2 Caballos para que hiciera patinar las ruedas en la gravilla del polvoriento camino. Este niño traía de cabeza al encargado que no podía hacer nada por evitar las continuas trifurcas que armaba con los trabajadores que mas de una vez cogían la manta y pedían la cuenta con tal de no encontrarse de nuevo con el.
Cuentame... Pero sin duda quien mas revuelo despertaba era "El Retratista". Llegaba a las puertas del cortijo a bordo de su Bultaco azul o su Ossa roja con la bolsa de cuero al hombro y antes de poner los pies en el suelo ya estaba rodeado de crios que se encargaban de avisar a todo el mundo con su griterío. El oficio de fotógrafo no era fácil en un lugar donde una maquina de hacer fotos solo se le veía al vecino que había emigrado a Alemania recién casado y que había vuelto con una de ellas para la comunión del hijo mayor. Al retratista solo acudía la madre que hacia la foto a su recién nacido o la hija que se echaba novio para que este la llevara siempre en su cartera. Había que buscarse la vida, hacerse una foto con los compañeros de cuadrilla era siempre divertido y entre "yo no me pongo, anda y ponte tu que ya me pondré yo..." al final terminaba todo el mundo retratado. A veces, este hombre llegaba hasta el mismo tajo, donde todos estaban trabajando, un sitio idóneo donde no poder esconderte y decir que no... Eran los tiempos en que en las grandes pantallas los americanos lucían grandes Chevrolets, Rocio Durcal se paseaba en una Vespa y Marisol cantaba que "la vida era una tómbola".Y mientras en la América de "Aquellos maravillosos años" la Nasa se empeñaba en que los humanos conquistáramos la luna, aquí en la España del "Cuentame...", la benemérita perdía el culo detrás de un peligroso delincuente llamado El Lute. -Quedamos pues en que vuelvo la semana que viene con las fotos, perdone señora, me había dicho que quería dos, una para usted y otra para mandar a su hijo, el que está en Alemania...
Manu M.
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